Hace un mes – sin haberlo planificado – con la Fran adoptamos a un cachorro de 3 meses. Le pusimos Lucca.
Ha sido un mes lleno de paseos, langüetazos, tener paciencia (y perderla), intentar enseñarle y por qué no decirlo: de caca, bastante caca.
Y sorprendentemente, también ha sido un mes en que he aprendido un montón de cosas. Nunca pensé que cuidar a otro animal me haría reflexionar tanto.
Sobre algunos de esos aprendizajes me gustaría contarte hoy.
Lo que me ha enseñado Lucca
Un cachorro nunca tiene la culpa
Al adoptar a un perro, uno intenta que se acostumbre a un estilo de vida completamente antinatural para él.
En la naturaleza, un cachorro morderá cualquier cosa interesante que encuentre hasta romperla. Lo mismo intentará hacer en tu casa.
Pero aun sabiendo eso, si descubrimos que nuestro cachorro se mandó alguna cagada, nuestro primer instinto es regañarlo y pensar que es un perro malo o un perro destructor.
Pero el perro es solo un perro. No es malo ni bueno.
Si quieres que un cachorro no cometa errores, es tú responsabilidad hacer que así sea:
Estando presente para enseñarle lo que debe hacer o no.
Alejando o restringiendo aquellas cosas que podría romper o comerse.
Tener un cachorro ha sido una bonita lección de estoicismo. Me ha hecho recordar que yo soy responsable de las cosas que pasan, no el perro.
Si se comió mi chala, es porque yo la dejé a su alcance.
Si hizo caca donde no debía, no estuve atento a sus señales y momentos.
Como nos enseña el estoicismo, cada error o equivocación, es una nueva oportunidad de enseñar y seguir aprendiendo.
Reforzamiento positivo
La mejor forma en que un cachorro aprenda es con reforzamiento positivo, por lejos.
Si hace algo bien, en ese momento hay que felicitarlo y darle un premio. Lo mismo si es que evita hacer algo mal – como ignorar una chala tirada en el piso.
Llamarle la atención en el momento puede ser una herramienta útil en ciertos casos. “Castigarlo” no sirve de nada, solo para que se confunda y lo pase mal.
Pero el reforzamiento positivo es sin duda superior. Es impresionante: los cachorros adoran ganarse premios y felicitaciones. Por eso aprenden tan rápido (Lucca aprendió a dar la pata en 10 minutos de entrenamiento).
Por eso, últimamente ando con un poquito de comida de perro en todos mis pantalones. Sí, ando con un rico olor a perro todo el día, pero así puedo reforzar cuando se porta bien.
Esto me ha hecho pensar en lo importante del reforzamiento positivo en nuestras relaciones con otros animales, en particular, los humanos.
Por algo Dale Carnegie, autor del clásico libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, dice en uno de sus principios:
“Aprecia cada mejora, incluso las más leves”.
Se nos olvida, pero los humanos también somos adictos al reforzamiento positivo.
Lamentablemente, muchas veces actuamos justamente al revés: casi nunca felicitamos o damos las gracias a los demás por hacer las cosas bien. Esperamos a que se equivoquen (muchas veces de forma grave) para llamar su atención.
Si nos felicitáramos más seguido – especialmente por las pequeñas cosas – todos aprenderíamos mucho más rápido.
Hay días buenos y días malos
Algunos días logramos que Lucca haga el 100% de sus necesidades donde corresponde. Son días en que estamos muy atentos a él.
Después llega un fin de semana, en que partimos el día más tarde, y el horario trastocado se traduce en montones de caquita y pipí por toda la casa.
En estos días mi primera reacción es: “por la cresta, todo el progreso a la basura”.
Pero en realidad no es tan así.
Enseñarle a un perro se parece bastante a ir al gimnasio. Hay días muy buenos en que superas todas tus marcas y te sientes invencible. Y hay días malos en que estás muy débil y sientes – por un rato – que ir, fue una pérdida de tiempo.
Pero nadie mejora su físico solo por tener días buenos. Tu cuerpo cambia por entrenar constantemente, y especialmente los días malos.
Con un cachorro es lo mismo: hay que repasar cada aprendizaje todos los días. Habrá algunos buenos y otros malos, pero el progreso no se pierde. Lo importante es la constancia.
Estar presente
Pasear a un perro es un gran momento para ejercitar la consciencia plena. Disfrutar el día, caminar, poner atención a lo que hace y enseñarle.
Obviamente, nadie tiene tiempo para estar paseando a un cachorro todo el día. (Bueno yo ahora como que sí tengo, pero esa es otra historia).
No obstante, cuando sí tenemos tiempo para un paseo, hay una distracción que siempre está presente: el maldito teléfono.
Lamentablemente, muchas veces arruinamos esta oportunidad viendo el teléfono. El paseo se transforma en un consumo ausente de contenido algorítmicamente optimizado para estrujar cada minuto posible de nuestra atención. Ni el perro aprende, ni tú disfrutas.
Darme cuenta de esto ha sido un recordatorio de lo fácil que es contaminar y desperdiciar un momento de atención plena. Recordatorio que se ha extendido a otras áreas de mi vida.
Guau guau (conclusión)
Por supuesto, nos quedan muchos años con Lucca en nuestra vida, y muchísimo que aprender y enseñarle.
Pero para llevar solo un mes, me hizo pensar en todas estas cosas que quise compartir contigo.
¿Tienes alguna mascota que te haya enseñado algo? Yo sé que sí. Cuéntame en los comentarios y a lo mejor la próxima edición será un especial mascotas de los lectores.
Y si te gustó lo que leíste, Lucca y yo estaremos muy agradecidos si lo compartes con tus amigos, colegas o familia, usando tu enlace único bajo este botón:
Notas, recomendaciones, etc.
Si te interesa el estoicismo, te recuerdo esta edición de hace un par de meses donde hicimos una breve introducción al tema.
Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, el libro que mencioné, es un clásico que recomiendo harto. Tenemos un episodio de podcast donde lo comentamos con mi amigo Juan, lo puedes escuchar acá:
Palabras al cierre
Gracias a tod@s por dejar sus buenos deseos en la edición anterior. Esta primera semana fue muy tranquila y feliz. Aproveché de leer, ordenar cosas (digitales y físicas) y ver amistades que no veía hace tiempo.
He estado publicando algunas mini reseñas en las Notas de Substack, por si quieres darte una vuelta por ahí.
Muchas gracias por dedicar algunos minutos de tiempo a este misiva. No sería lo mismo si no lo hicieras <3
Si te gustó, recuerda dejar un “me gusta”, justo al final de este correo.
Hasta el próximo domingo.
– Francis
No pude dejar de pensar en la broma Pavloviana que le hace Jim a Dwight en The Office.
Un clásico de cómo las personas nos podemos condicionar tan fácil como los perros. No somos muy diferentes después de todo.
Pero ya tenias a la cuchita, alias “el gato” ¿No fue en absoluto parecido?