Cuando era chico, mi mamá me leía “Harry Potter y La Piedra Filosofal”.
Después agarré vuelo y seguí leyendo el resto de la saga. Y cuando se acabaron, seguí con otros libros que iba encontrando: Las Crónicas de Narnia, Artemis Fowl, Eragon, etc.
Cuando llegué a mi adolescencia, ya era algo así como un joven lector.
“Me gusta leer”, decía cuando me preguntaban por mis pasatiempos. La etiqueta lector me gustaba, me hacía sentir orgulloso y la enarbolé como identidad por harto tiempo. Más que nada, era una etiqueta que me quedaba cómoda.
Tan cómoda, que dejé de leer y seguía usándola.
Me di cuenta de esto recién un par de años después de terminar el colegio: sin la obligación de leer, había dejado de hacerlo.
No recuerdo exactamente cómo fue, pero debe haber sido algo como:
Persona X: “Que bien que te guste leer, ¿qué libro estás leyendo ahora?”
Silencio incómodo mientras buscaba una respuesta.
Silencio más incómodo mientras me sumía en una crisis existencial por darme cuenta de que viví dos años diciendo que soy algo que realmente no estaba siendo.
Silencio incluso más incómodo de la otra persona mientras yo salía corriendo y me perdía en el horizonte.
Ya bueno, quizá no salí corriendo. Pero la idea se entiende.
Ese día me dejó una importante lección: las identidades son algo muy valioso, pero también peligroso. Tu identidad puede ser un motor para no perder un buen hábito o una pantomima para esconder algo que realmente ya no haces.
Identidad obsoleta
Así cómo yo fui un lector que no leía. El mundo está lleno de personas con identidades obsoletas:
El ciclista que tiene la bici juntando polvo.
La guitarrista que ya no toca ni el timbre.
El artista que ya no pinta, aunque “hace tiempo que tiene ganas de retomarlo”.
La que “le gusta la naturaleza” y con suerte sale al cerro una vez al año.
Y un largo etcétera.
Aunque sea difícil de aceptar – y aunque sea fácil engañar al resto diciendo cosas que ya no haces – tu verdadera identidad se refleja en las cosas que realmente haces.
Eres las cosas que haces todos los días, o varias veces a la semana. O quizá una vez al mes pero de forma sagrada.
Sin embargo, tener una identidad obsoleta no es necesariamente malo: quizá hoy te dedicas a otras cosas y simplemente falta ajustar lo que dices con lo que haces (escribir tu página del ahora te puede servir en este caso).
Pero sí puede ser malo si esconde algo que no estás haciendo.
Algo así me pasó con la escritura: “me gustaba escribir” pero no estaba escribiendo tanto. Tampoco estaba publicando suficiente.
Este proyecto que lees es la solución: enviarte un correo cada semana, lo cual me compromete a escribir (casi) todos los días para no decepcionarte.
Y así como volví a leer y me gané el derecho de decir que “me gusta leer”, por ahora puedo decir que “me gusta escribir”.
Para irse en la profunda
Te dejo una pregunta para ti:
¿Tienes alguna identidad obsoleta? ¿Algo que dices sobre ti pero ya no haces? ¿Quieres retomarlo o prefieres quedarte así?
Dale una vuelta y me cuentas cómo te va.
Un me gusta para Lucca, el perro
Este newsletter ahora tiene mascota. Se llama Lucca y es un cachorro de 3 meses que adoptamos con la Fran el fin de semana pasado.
Si te gustó esta edición, o si te gustó Lucca, te invito a dejar un “me gusta” con el botón al final de este correo, que se ve así:
Un libro de premio, si compartes
Si te gusta lo que escribo, me ayudas mucho si lo compartes con alguien:
Y si logras que tres personas se suscriban, participarás por el sorteo del libro “Meditaciones”, que haré a fin de mes. Es un clásico del estoicismo y uno de mis libros favoritos.
Palabras al cierre
Ha sido una semana intensa con la llegada de Lucca a la casa. Gran parte del tiempo se me fue en ver una cantidad absurda de videos de adiestramiento canino y enseñarle para que hable reconozca su nombre y haga popó donde debe.
Me estoy empezando a preguntar si yo lo estoy entrenando a él o él me entrenó para decir “muy bieeen” cada vez que hace algo bueno. La historia dirá.
Te cuento esto para excusarme por una edición un poco más corta y menos elaborada. Tal vez a ti te gustó igual – o incluso más (!!) – que otras, lo cual hace que esta justificación sea un despropósito. En fin.
Te agradezco leer(me). Nos leemos el próximo domingo, si es que el perro no se come mi tarea.
– Francis
Me recuerdo constantemente que el escritor es el que escribe. Así que la única manera de validar dicha etiqueta, es escribiendo.
Necesito más contenido de Lucca en mi vida 😍