Esto pasó en mi segundo año en la universidad. Estábamos al frente de la clase recibiendo críticas y comentarios sobre una presentación que acabábamos de exponer.
Uno de mis compañeros, respondía y debatía cada cosa que nos decían. En eso, el profesor le soltó una frase que me quedó marcada para siempre:
“Tú tienes que aprender a quedarte callado. A aceptar lo que te están diciendo en vez de estar pensando en qué responder.“
Fue fuerte igual. Era un profesor que nos desafiaba bastante, con métodos que a veces bordeaban lo inapropiado.
Pero de que me hizo pensar, me hizo pensar.
Aprender a quedarse callado. Fue una revelación, un cambio de paradigma.
Toda mi vida había pensado que si te están criticando, tienes que responder. Que si alguien te está juzgando negativamente, tienes que reclamar, que buscar alguna justificación, algún pretexto para invalidar el juicio.
Resulta que había otra opción: decir gracias y aceptar la crítica.
Fue mi primer acercamiento a algo en lo que hoy pienso muy seguido: el poder del silencio.
Vivimos en una sociedad que valora mucho más el hablar que el callar.
Pero con los años me he ido convenciendo cada vez más de eso que el profesor le quiso transmitir a mi compañero. Hay que aprender a quedarse callado.
Como te he contado en otras ocasiones, algo que he aprendido es que para hacer amigos basta con una cosa: interesarse por el otro y escuchar lo que tiene que decir.
Y para hacerlo, justamente hay que invocar el poder del silencio.
Para mí, no es fácil. Me gusta hablar y además, siempre tengo un montón de cosas que decir. Si tú me cuentas una idea, probablemente se me ocurran 10 ideas que se relacionan y podría estar una hora pontificando sobre ellas. Pero una buena conversación no se trata de eso, no es sorprender o educar al otro.
Por eso, muchas veces me atrapo a mí mismo a medio camino, intentando contestar lo que la otra persona me acaba de comentar. Pero vuelve la frase a mi mente:
“Tú tienes que aprender a quedarte callado. A aceptar lo que te están diciendo en vez de estar pensando en qué responder.“
En vez de pensar lo que tengo que decir, es mucho mejor preguntarme: ¿por qué esta persona me cuenta esto? ¿qué más le puedo preguntar al respecto?
Las cosas que tengo que decir, ya las sé. No tiene valor decirlas. Lo verdaderamente valioso y donde puedo aprender es escuchando al otro.
Siempre he sido más o menos ingenioso y rápido de palabra cuando me dicen alguna broma pesada.
Así que cuando alguien me insulta – con o sin intención – casi siempre tengo una respuesta, probablemente un poco más insultante o hiriente.
Creo que es un mecanismo de defensa que desarrollé de niño para no ser el último eslabón de la cadena del bullying. Por mucho tiempo pensé que era una buena cualidad.
Pero no lo es. Es combatir fuego con fuego. Escalar la violencia. Quizá “ganarás” el intercambio, pero solo a cambio de generar rencor en la otra persona.
Por el contrario, he notado que cuando alguien te falta el respeto, el silencio es muchas veces la mejor respuesta. Dejar que la otra persona le tome el peso a sus palabras. Que recapacite. Que alguien más le diga que se pasó de la raya.
(No siempre, hay veces en que las faltas de respeto – especialmente si hablamos de abuso verbal – deben pararse en seco, pero hablo de aquel terreno difuso entre el insulto y la broma.)
Pero para reaccionar así, hay que tener esa capacidad. La de quedarse callado.
Podría seguir reuniendo fragmentos, pero creo que la idea se entiende: el silencio es una herramienta poderosa, que muchos deberíamos aprender a usar más seguido.
Hacerlo nos hará mejores escuchadores, líderes y personas.
Como todo en la vida, no hay que llevarlo al extremo. No hablar nunca y guardarse todo tampoco está bien.
Pero al menos yo, estoy convencido de que muchas veces me falta silencio para aceptar y escuchar en vez de contestar y reclamar.
Para terminar
Esta idea la tenía en la cabeza por un tiempo. Traté de darle una narrativa estructurada pero no pude (o no alcancé), así que al final hice este collage de pasajes que apuntaban a lo mismo.
Espero que te haya parecido interesante y te haya hecho reflexionar:
¿Crees que te falta aprender a callar en algunos momentos?
Cuéntame en los comentarios para que conversemos.
Me he pasado los últimos días dándole 8 mil vueltas a el último álbum de Benjamín Walker, cantautor chileno. Si te gusta la trova, el pop / folk / acústico con romance introspectivo, te lo recomiendo. Por algún motivo sentí la necesidad de compartirlo.
Y así como te acabo de compartir algo que me gusta, si a ti te gusta lo que hago yo me ayudas mucho si lo compartes. (¿Cachaste esa transición? Ni se notó). Una forma fácil de hacerlo es con el botón de Restack (🔄) que comparte esta columna con más gente en Substack. El botón de me gusta (💟) también se agradece mucho.
Muchas gracias por leer y comentar.
– Hasta el próximo domingo.
Francis, aprendiendo a quedarse callado más seguido.
Me gusta mucho este tema, porque padecemos del mismo mal, Francis.
Siempre mi mamá me recordaba una frase maravillosa, que justo yo le recordaba a mi hija ayer:
"Dueño de tu silencio, esclavo de tus palabras"
Siempre lamento más lo que digo que lo que no, aunque hay gente a la que le pasa al revés.
Un abrazo.
Francis el silencio es estratégico, pero hay un momento para decir lo que está en mente. Un tiempo prudencial perfecciona lo que tiene que expresarse.