Cómo (nos) ha cambiado Instagram en 7 años
Reflexiones de un millennial volviendo a la red social insigne de su generación.
En 2017, pasando por una pseudo crisis existencial, decidí cerrar mis redes sociales.
De todas, la única que realmente me afectó fue Instagram. La usaba como dos horas al día según mi iPhone.
Este 2024, volví a hacerme una cuenta, para anunciar mis aventuras en el stand-up comedy (que dejé botado sí, ya sé, gracias por preguntarme, algún día lo retomaré) y ha sido una experiencia que me ha dado hartas cosas en qué pensar, algunas de las que te quiero contar hoy.
Porque Instagram ha cambiado bastante. No solo como producto tecnológico, también a nivel social, es decir, ha cambiado cómo usamos esta plataforma para relacionarnos entre nosotros.
De hecho, me he sentido todo este tiempo como un abuelo que se coló a una fiesta de jóvenes y puede mirar desde la cocina cómo interactúan los muchachos de hoy.
Estos cambios me parecen reveladores, porque nos hablan de la cultura en que vivimos, y de quiénes somos. Especialmente para los millennials (como yo), y primeros gen-z, cuya juventud y adultez ha estado ligada profundamente a esta plataforma.
Veamos entonces: cómo nos ha cambiado Instagram en 7 años1.
Todo es algorítmico
Cuando me fui de Instagram, la mayoría del contenido eran fotos de personas que conocía. Esto fue en 2017, y hace no mucho más de un año habían aparecido las historias, videos breves para compartir de forma espontánea tu día a día.
El algoritmo de Instagram era sencillo y directo: te metías y veías en orden cronológico las fotos e historias de cuentas a las que seguías. No era muy difícil llegar al final de todo lo que tenías pendiente por ver. Con eso, sabías que tenías que parar y volver más rato.
Esto cambió radicalmente. Hoy ya no encuentras nada que no esté algorítmicamente optimizado para retenerte. Tu feed tiene posts de cuentas que ni siquiera sigues, las historias aparecen en un oscuro orden que Instagram eligió para ti, y para qué hablar de los reels, donde Instagram escoge literalmente lo que sea para mantenerte pegado a la pantalla.
No es un cambio sorprendente, es el destino de todas las redes sociales que quieren ser rentables. Su modelo de negocio se basa en maximizar las horas al día que pasas navegando en ellas, ya que con eso pueden mostrarte la mayor cantidad de anuncios posibles. Cómo dice el dicho: si recibes algo gratis, el verdadero producto eres tú.
Que, por cierto, Instagram está LLENO de anuncios hoy. Eso es algo que también me ha llamado mucho la atención.
Y aunque no sea sorprendente, es triste. Instagram tenía el potencial de convertirse en un bonito álbum de fotos de momentos importantes, que podías compartir con tus círculos para ser celebrados en conjunto.
Lamentablemente hoy es imposible vivir esa experiencia sin contaminarse con lo demás: los intentos incansables de esta plataforma por mantenerte adicto, viendo cosas que no te interesan realmente pero que de alguna oscura forma, te mantienen enganchado.
Además, hay algo muy siniestro en ver publicidad incrustada junto a fotos lindas de tus amigos. Algún mensaje extraño debe darle a tu inconsciente: ¿están tus amigos a la venta también? O por el otro lado: ¿es la publicidad tu amiga?
Una cultura meme-céntrica
En 2017 los memes se veían más en Facebook o páginas dedicadas a eso y se compartían por ahí o por WhatsApp. Ahora Instagram está lleno, repleto, atiborrado de memes. Memes en las historias, memes en los posts, memes en los reels. Memes, memes y memes.
No me malinterpreten, me encantan los memes. Reír es una de las cosas que más me gusta en la vida. Pero creo que algo tiene de raro una sociedad que está obsesionada con colmar cada instante de su día con pequeños chistecitos e ironías.
Hay dos cosas que me inquietan de la cultura meme-céntrica de Instagram.
La primera, es el inacabable envío de memes entre amigos (del que he sido parte y cómplice total estos meses). Más de una vez, he escuchado personas que se sienten orgullosas porque “con mi amigo X nos enviamos memes todo el día”. Pero, ¿es realmente algo de lo cual sentirse orgulloso?
Me preocupa lo fácil que es confundir el estar todo el día conectado con otra persona mediante memes y likes, con una verdadera amistad. Si nuestras amistades se basan en cómo interactuamos en una red social, ¿qué es esa amistad realmente? ¿tiene los otros componentes necesarios de una amistad profunda: el apoyo mutuo, la confianza, la comunicación honesta? ¿qué tan seguido interactuaríamos, si no pudiéramos enviarnos memes todo el día?
Lo segundo que me parece inquietante con respecto a los memes, es cómo se van metiendo en tu consciencia y forma de pensar.
Aunque siempre me han gustado los memes, estar en Instagram me ha permitido sumergirme en un océano de ellos, recibiendo todo el día las olas y olas de infinitas variaciones de los chistes de moda. Ya llega un momento en que empiezas a pensar en memes, como cuando ves mucho una serie (como Los Simpsons o Friends) y cada momento de tu vida te evoca una referencia a esta.
Donde más he notado esto, es en conversaciones con amigos, en las cuales siento un impulso de decir: “viste ese meme de…”. Me he sorprendido diciendo esto tantas veces, que me parece escalofriante. ¿Qué pasa con mi capacidad de hablar de otras cosas? ¿De tener temas de conversación originales? ¿Se va deteriorando con la invasión de tantos memes en mi cabeza? Pareciera que sí.
La perfecta espontaneidad
Ha cambiado harto el estilo de las cosas que se comparten en Instagram. Antes subías una foto bonita, le metías un filtro y listo.
Algo que me ha llamado mucho la atención es que el estándar ha subido mucho. Hoy cuando subes una foto, se nota que hay dedicación: la foto perfecta escogida entre decenas, distintas poses, preocupación por el encuadre, la iluminación, corrección de color, armar un collage, escoger la música perfecta, entre otros.
Curiosamente, se nota que hay una tendencia a ocultar todo el esfuerzo que hay detrás de subir unas fotos bonitas. Como si todo tuviera que ser espontáneo, como si no hubiera sacado 200 fotos en el mismo lugar para encontrar la que me gustara. Donde más lo veo es en las fotos de viaje o playa, que siempre van acompañadas de una frase como para bajarle el perfil, tipo “hacía falta una playita con los amigos”.
También veo mucho esto en los dumps, que es cuando subes una colección de fotos sin demasiada relación entre sí, pero que intenta capturar un período de tiempo en específico (un fin de semana, un mes, etc.). Irónicamente, la misma palabra dump significa en inglés “botar a la basura” o “descartar” lo cual da a entender – supongo que originalmente – que estabas deshaciéndote de fotos sin mucho propósito.
Pero basta ver cualquier dump para darte cuenta de que son todo lo contrario: una colección cuidadosamente curada de momentos supuestamente espontáneos, pero que en realidad requirieron de esfuerzo para capturar una foto bonita.
Pareciera que en Instagram queremos mostrar que tenemos una vida feliz, pero que se nos da de forma espontánea. Y creo que hay algo peligroso en esto: una presión de cumplir con un alto estándar – como si todos fuéramos figuras públicas obligadas a complacer a los demás – que a la larga termina generando estrés y una interrupción constante de nuestras vidas (y vacaciones) para transformarlas en un dump lo más aesthetic posible.
Para terminar
Por ahora eso es lo que tengo que decir.
Conversemos en los comentarios: ¿usas Instagram? ¿has visto estos fenómenos? ¿estás de acuerdo, no tanto?. Me interesa mucho tu opinión, porque es un tema que todos vivimos.
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Hoy sí que no tengo mucho que agregar porque estoy atrasado.
Muchas gracias por leer hasta acá.
Hasta el próximo domingo.
– Francis
Advertencia: Voy a generalizar mucho en este post. Todos usan Instagram de forma distinta. Algunos suben solo posts, otras solo historias, lo sé. Y si estoy nombrando algo que haces tú, no te estoy atacando ni criticando. Solo estoy contando lo que he visto y haciendo una reflexión al respecto. Tampoco estoy atacando Instagram ni a ti por usarla. Si la usas y aporta a tu vida, bacán.
A mi me da miedo la facilidad con la que caigo y paso tiempo mirando reels. Estoy tratando de alejarme. Del celular en general o de ser consciente de los momentos en que estoy usando redes pero es muy difícil. Caigo en la trampa sin darme cuenta
Totalmente cierto. Tengo un amor-odio con Instagram porque trabajo creando contenido, pero me hacen tanto ruido estas cosas que me he alejado mucho de la plataforma. Hace poco me leí un libro llamado El valor de la atención de Johann Hari, habla sobre estos temas. Es un poco escalofriante pero muy interesante, te lo recomiendo!