El otro día estaba paseando al perro y se me acercó un hombre:
“Amigo, sabe que llevo unos días viviendo en la calle, usted tendría algo de ropa abrigada que me pueda regalar?”
“Sí obvio, deme un ratito y le traigo algo”.
Subí a mi departamento y me puse a buscar ropa en esas cajas del closet donde guardo todas esas prendas que algún día me pondré: cuándo esté flaco, cuando sea musculoso, cuándo haya un invierno más frio, cuando tenga una fiesta con temática cringe, etc. Sabes a lo que me refiero.
En eso, encontré una bolsa con unos chalecos (sweaters) que no me ponía desde hace unos 4 años, fácil. “Perfecto para dárselos al señor”, pensé”.
También pensé: “¿Y por qué deje de usar estos chalecos? Quizá debería probármelos a ver qué onda. Quizá me quedan bien… ¿Y si después me hacen falta estos chalecos?”
Craso error de mi parte.
Esos chalecos habían desaparecido completamente de mi mente por años. Nunca los usé y nunca los necesité.
Y ahora, me empezó a entrar miedo de perderlos. ¿Por qué somos así? ¿Por qué es tan difícil deshacerse de cosas aunque nunca las uses? XQ? XQ? XQ? XQ?1
Sobre eso quiero contarte en esta edición.
Aversión a la pérdida y efecto dotación
En las ciencias del comportamiento, se dice que los humanos somos aversos a la pérdida.
Esto no significa que no nos gusta perder – a nadie le gusta perder, eso es obvio y no necesitamos ponerle un nombre elegante.
Significa que el dolor de perder algo es mucho mayor que el placer de ganar eso mismo. Algunas mediciones dicen que hasta el doble.
Por ejemplo: si te encuentras 5 lucas en la calle te sientes con buena suerte. Pero si se te pierden 5 lucas otro día, te sientes con mucha, mucha mala suerte.
Este fenómeno es importante porque en la teoría económica clásica no se considera la aversión a la pérdida. Es decir, se asume que ganar algo es tan bueno como malo es perder la misma cantidad.
No fue sino hasta los años 80 cuando algunos psicólogos (y luego economistas), introdujeron estos conceptos a la economía. Y así, nació el chopapic la “economía conductual”. Pero eso ya es una historia para otro día.
Uno de los principales fenómenos producidos por la aversión a la pérdida es el efecto dotación: nuestra tendencia a valorar más las cosas cuando ya son nuestras.
Un ejemplo típico es este:
Tu artista favorito estará en tu ciudad el próximo mes. ¿Cuánto dinero estarías dispuesto a pagar por una entrada?
En vez de comprarla, te ganaste la entrada en un sorteo para ver a tu artista favorito. ¿Por cuánto dinero estarías dispuesto a venderla?
La mayoría de las personas responderemos un monto mayor en el segundo caso que en el primero. Podemos pagar un monto por una entrada, pero una vez que la tenemos en nuestro poder, pediremos mucha más para desprendernos de ella.
De alguna forma, cuando ya te hiciste la idea de ir a ver a Kudai (xd), perderse la experiencia se siente mucho más doloroso que el valor que pagaste. Esto es el efecto dotación y aplica con casi todas las cosas que tienes.
Espero que ya hayas adivinado por qué te estoy dando la lata con estos conceptos: es justamente por el efecto dotación que es tan difícil deshacerse de las cosas que no usas en tu casa.
Tu mente las sobrevalora. Cree que algún día las necesitará y le aterra que quieras usarlas y no las tengas a mano.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Cómo evitar el mal de Diógenes (y qué hice con los chalecos)
De broma, decimos que alguien que junta muchas cosas que no usa tiene “el mal de Diógenes”.
En realidad, el síndrome de Diógenes hace referencia a un trastorno del comportamiento caracterizado por la acumulación de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos. Es muy terrible para quienes lo sufren.
También se asocia a un abandono de la higiene personal, por lo cual recibe el nombre de Diógenes, un filósofo griego que literalmente vivía como un perro. Dicen que hacía caca en público para distraer a Platón mientras este dictaba clases.
Lo curioso, es que Diógenes promovía una vida con el mínimo de posesiones materiales. Por esto, el nombre del síndrome no está tan bien puesto y resulta un poco confuso.
En fin, retomando la historia del principio: los chalecos me los quedé.
Mentira jajaja. Lo pensé un segundo, y luego se los llevé al señor.
La verdad es que no me cuesta tanto deshacerme de cosas. Pero es porque desde hace un par de años que hago un esfuerzo consciente por hacerlo siempre que puedo. Si a ti se te hace difícil, quiero terminar con algunos consejos que me sirven a mí.
Aplica reglas para quedarte con algo. Por ejemplo: “no voy a guardar ninguna prenda que no haya usado el último año” o “no voy a tener más de 10 jeans”.
Saca fotos. Muchas veces guardamos objetos solo como recuerdos. En esos casos, lo mejor para mí es sacarles una foto, y luego decirles adiós.
Transforma el botar y en regalar. Botar ropa u otras cosas no está bien si es que están en buen estado y alguien más puede usarlas. Si buscas cómo regalar lo que no necesites, podrás reemplazar el miedo a perder algo por el gusto de ayudar a otra persona.
Ante la duda, inclínate por descartar. Como vimos, la aversión a la pérdida nos hace tomar decisiones poco racionales. Si tienes dudas de si quedarte con algo o no, mejor prueba descartándolo.
Espero que esto te ayude a combatir el efecto dotación y ser más como Diógenes. O menos. Depende :-)
Para reflexionarsss
En esta parte te dejo una pregunta para filosofar durante la semana:
¿Juntas más cosas de las que realmente necesitas? ¿Cómo podrías descartar algunas usando los consejos de arriba?
Cuéntame cómo te va con esto.
Notas, enlaces, etc.
Si te interesa la economía conductual:
Te recomiendo este episodio de mi podcast donde hablamos sobre “Pensar rápido, pensar despacio”, el libro más popular sobre este tema.
También puedes leer, este resumen que escribí sobre “Portarse mal”, otro libro entretenido sobre el mismo tema.
Y si te interesa el minimalismo en general (es decir, cómo vivir con menos cosas en tu casa), te recomiendo “Goodbye Things” un bonito libro que leí hace varios años y reseñé acá.
Palabras al cierre
Esta edición salió un poquito más larga, se fueron conectando varias ideas en el camino y – paradójicamente – no pude ser minimalista y deshacerme de ninguna. Espero que no te haya resultado demasiado latosa.
Te agradezco mucho tomarte el tiempo de acompañarme con tu lectura. Si te gusta este proyecto, me ayudas mucho si lo compartes con alguien, usando este botón:
Recuerda que sortearemos un libro de regalito entre todas las personas que hayan invitado a 3 amigos o más, a fin de mes.
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Hasta el próximo domingo.
– Francis
Ojalá te acuerdes de ese meme. Si no, ignórame.
Me reí mucho con este post, Francisco!
Leí a Kahneman (gracias al episodio de tu podcast con Juan) y lo amé, siento que fue lo mejor que leí el año pasado y valió todo el tiempo invertido.
Yo, gracias a los dioses, no soy aversa a eliminar lo que ya no uso, sino todo lo contrario, me da cierto placer y paz mental cuando me deshago de cosas que están ocupando espacio. Claro que ser así me ha generado malas pasadas también, sobre todo cuando tengo que vestirme elegante, por ejemplo, y me he dado cuenta que he regalado o botado casi todo mi clóset.
La regla del año para mí es clave: si no se usa, se regala, se elimina, desaparece de la casa.
Mi marido, en cambio, es un averso a la pérdida de Libro, jajaja!
Cariños,
Francis!! Llegué a tu newsletter por reddit y me encantó ◡̈ siento que tiene la misma línea que el mio. Has ganado una suscriptora desde México.