La semana pasada apareció en mi Spotify un DJ. Esta funcionalidad existe hace al menos un año y medio en otros mercados, pero recién está apareciendo en Latam.
Este DJ intenta simular la experiencia de escuchar radio: te habla para introducir un grupo de canciones, luego pone 4 o 5 de estas, y procede con el segmento siguiente.
Por si no lo has probado o no te lo imaginas, dice cosas como:
“Buenos días Francisco, partimos el día con algunas canciones que has tenido pegadas el último tiempo”.
“Y ahora, tocaremos canciones que sueles escuchar los sábados por la tarde”.
“Para continuar, tocaremos algunos temas indie que nunca has escuchado, pero sé que te gustarán”.
Y así va rotando la música todo el día. Como un DJ de radio, pero que te conoce mejor que tú mismo.
A pesar de que cuando comencé a usarlo lo encontré un poco simplón, después del primer día me di cuenta rápidamente: estaba completamente enganchado.
Desde ese día, he tenido al DJ eligiendo mis canciones casi sin pausa. ¿Qué mejor que tener una radio personalizada? ¿Qué podría superar a un algoritmo que sabe lo que quieres escuchar en cada momento?
Cuando la tecnología se pone íntima
Una película que me gustó mucho y en la que vuelvo a pensar cada cierto tiempo es Her (2013). Trata sobre un hombre que se enamora de una inteligencia artificial diseñada para entender y satisfacer sus necesidades emocionales. Parte de lo interesante, es que su relación se basa solo en hablarse y conversar.
En 2013, esta trama parecía puro futurismo. Once años después, parece que estamos a un paso de llegar ahí.
Algo que me encanta de esta película es que pone el énfasis en un tema del que no se escucha muy seguido cuando discutimos sobre las nuevas tecnologías y su impacto en nuestras vidas: la intimidad.
En el filme (💁🏻♂️) el protagonista se enamora de Samantha, una inteligencia artificial. Verlos enamorarse es una experiencia perturbadoramente íntima. Hablan todo el día, como haría uno si se estuviera enamorando de una persona a distancia con la que solo pudiera hablar por teléfono.
La evolución de su relación es un proceso cautivador y al mismo tiempo escalofriante. Porque sabemos que Samantha no es un humano y que además, la relación no es simétrica: ella solo escucha, pregunta, se adapta y se maravilla por la vida humana del protagonista.
Y a pesar de que todavía no hay un sistema tan avanzado como la Samantha de la película, creo que sí hay una intimidad que vamos desarrollando en nuestra interacción con algunas tecnologías. Una intimidad que deberíamos mirar con ojo crítico.
Algunos ejemplos que veo en el presente son:
Cuando mi feed te Tiktok / Instagram entiende mi humor negro mejor que ninguno de mis amigos.
Cuando mi app de compras SHEIN / Temu / etc. sabe mejor que yo lo que yo tengo ganas de comprar.
Cuando mi DJ de Spotify puede poner música para mí todo el día sin que tenga que pensar en qué quiero escuchar.
Y por supuesto, hay muchas más posibilidades que podrían materializarse en el futuro:
Reels / Tiktoks generados con IA, personalizados para cada usuario.
Asistentes de voz que funcionen tal como la Samantha de la película.
Uber Eats en modo automático, que te despache comida sin siquiera preguntarte.
Y un infinito etc.
Cuando hablo de intimidad, me refiero a sentir una conexión especial con una tecnología, a percibir que esta te entiende y te conoce mejor que nadie – o al menos mejor que la mayoría. La intimidad también conlleva un permiso: de tomar decisiones por mí, de conocer mis secretos, de recibir mi confianza.
¿Está bien esto? ¿Es bueno o malo que las tecnologías nos conozcan cada vez mejor y puedan adelantarse a nuestras necesidades (emocionales, fisiológicas, estéticas, etc.)?
¿Es valiosa la fricción?
¿Qué pasará cuando ya no tengamos qué…
escuchar los dramas de mi amiga antes de poder hablar de mí?
buscar un álbum o playlist que se adapte a mi estado de ánimo de cada momento? o descubrir música nueva?
elegir a qué restaurant ir, o qué plato pedir?
¿Está bien que la tecnología nos haga la vida cada vez más fácil? ¿O hay un valor intrínseco en mantener la fricción en ciertas áreas?
¿Es mejor o peor un mundo en el que ya me descargué emocionalmente con una IA, por lo que puedo hablar con mis amigos solo de las cosas buenas? ¿Un mundo en el que ya no pierdo tiempo escuchando artistas o mirando series que no me gustan?
Por supuesto, aunque cueste explicar por qué, es difícil aceptar un mundo en el que un programa se adelanta a todas nuestras necesidades. Las personas valoramos la libertad, e incluso, la fricción. No siempre más fácil es sinónimo de mejor.
Pero aún así, nos gusta cuando las cosas se nos hacen más fácil. Ya vamos por ese camino. Entonces, mi pregunta final es: ¿seremos capaces de poner un límite a la tecnología? ¿querremos hacerlo?
¿O la tecnología será una amiga tan íntima, que ya no habrá cómo sacarla de nuestras vidas?
Para terminar
En esta edición traje muchas más preguntas que respuestas. Nuestra relación con la tecnología es un tema en el que pienso siempre – incluso cuando pienso que ya se ha pensado y dicho todo al respecto.
Espero no te moleste y te haya dado en qué pensar. Me gustaría saber tú opinión al respecto: me puedes escribir de vuelta o dejarme un comentario.
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Gracias también a todos los que leyeron y resonaron con la publicación anterior. Siempre es un placer que haya más gente de acuerdo con una opinión impopular.
Hasta el próximo domingo.
– Francis, escuchando el Spotify DJ.
Hola Francis! Muy buena columna. Sobre las fricciones, me recordaste el libro de Byung-Chul Han, La Salvación de lo Bello, donde argumenta el valor estético de los rugoso, lo difícil. Quizás te interese echarle un ojo.
Sobre si pondremos fin a la tecnología, yo creo que la respuesta es No todos, sí algunos. El mismo Substack me mostró unos posts sobre gente (Luditas) que busca vivir su vida de manera más simple, extremando el corte de lo tecnológico (por ejemplo, criar a sus hijos sin celulares hasta los 18). Me pareció interesante. Aunque creo que tú mismo en otros artículos hablas de la importancia de los balances en la vida.
En fin, un abrazo y feliz domingo.
Es increíble el tema de como todo se nos está haciendo más fácil y vemos solo las cosas que queremos ver o que nos hacen sentido. Me recordó harto a The Social Dilemma, y lo que saco en limpio, tanto del documental como del post, es que la tecnología cada vez nos deja más ensimismados. Con eso vienen muchos desafíos a afrontar, y a decidir si es más malo que bueno o más bueno que malo
Con el DJ de Spotify lo usábamos antes con la Anne. No le solía pegar mucho a las canciones eso si jaja y siento que le pasa un poco lo mismo ahora. Tenía 2 o 3 secciones que eran como ???? y después se mandaba unos segmentos re buenos