Esta columna la escribí hace poco más de un año, antes de moverme a Substack.
Dado que la edición del domingo anterior tuvo muy buena recepción, quise darle una segunda vida por acá para seguir conversando sobre el mismo tema. Redes sociales, cómo nos cambian y qué podemos hacer al respecto.
Espero que te guste.
En 2017, como un experimento, me salí de Facebook, Instagram y Twitter. El experimento salió bien. Recuperé mucho tiempo en mi día a día, mejoró mi concentración y mi ansiedad bajó notablemente.
Y las desventajas de hacerlo fueron casi nulas. No perdí contacto con ninguna de las personas importantes en mi vida. Y con aquellas que sí perdí el contacto, fue porque era una relación que solo se sostenía en fotos y likes.
Tampoco me perdí ningún meme, noticia o tendencia. Cuando algo es realmente importante, siempre encuentra la manera de llegar a ti.
Así que nunca más volví. De eso ya se cumplen 6 años.
En todo este tiempo, nunca me tocó enfrentar un problema o necesidad que solo pudiera resolverse usando una red social. Esto cambió hace un par de meses. Con mi pareja nos tomamos unas buenas vacaciones y queríamos compartir el desarrollo del viaje con nuestras familias y amigos. Pero no teníamos cómo: necesitábamos una “red social”.
Barajamos varias opciones. Nuestras principales condiciones eran:
Que fuera fácil de usar (por nuestra familia, especialmente).
Que pudiéramos seleccionar quién ve las publicaciones.
Que fuera fácil de usar por nosotros en el día a día.
Que no dejara nuestras publicaciones a merced de un algoritmo. Es decir que quien quisiera verlas pudiera hacerlo.
Finalmente optamos por usar la funcionalidad de estados de WhatsApp. Si no la conoces, es una versión más limitada de las stories de Instagram. Solo se pueden subir fotos y videos con un texto de acompañamiento, las cuales duran 24 horas en tu perfil.
A pesar de haberme topado con varias limitaciones — y varios errores fatales de funcionamiento — debo decir que cumplió: nos permitió mantener actualizados a nuestros seres queridos y recibir sus comentarios y reacciones a lo que estábamos compartiendo.
Y curiosamente, me gustó la experiencia. Me hizo volver a ver el lado bueno de las redes sociales, la capacidad de fomentar positivamente la interacción con tus amigos y familia. De mantenerse en contacto, de mandarse buena onda.
Me recordó a los inicios de Facebook en Chile, por el 2008, cuando el foco era compartir tus estados por escrito, publicar álbumes de fotos, organizar eventos o simplemente chatear. Recuerdo esos años con nostalgia: antes de que las plataformas reorientaran sus modelos de negocio a explotar nuestra atención con contenido algorítmicamente optimizado. Facebook era realmente un lugar donde pasar un buen rato (o al menos así lo recuerdo).
Esta nostalgia me hizo pensar en que si existiera una red social más parecida al Facebook original, que cumpliera con los requerimientos de mis vacaciones, seguramente sí la usaría hoy. ¿Cómo sería esa red social? A eso quiero darle una vuelta en este artículo.
Pero primero: ¿qué carajo pasó con las redes sociales?
Las redes dejaron de ser sociales
Las redes sociales comenzaron a perder su lado social cuando las compañías que las manejan decidieron que su objetivo principal fuese mantenernos pegados a ellas el mayor tiempo posible, sin importar cómo. Esto es lo que ellos llaman “engagement” o “daily average use” y es una de las métricas principales para evaluar el éxito de su negocio.
Estas plataformas se financian a través de la publicidad, por lo que el tiempo que pasas en ellas significa que verás más anuncios y ellos tendrán más ingresos. No hay que olvidar que en el caso de Meta (que controla Facebook, Instagram y WhatsApp), estamos hablando de una de las compañías más valiosas del mundo.
En 2008, Facebook todavía estaba buscando su modelo de negocios y no fue hasta un par de años después que empezó a generar utilidades. Fue precisamente durante ese tiempo que comenzaron los cambios que fueron reduciendo la parte social de esta plataforma.
¿Cuáles fueron esos cambios? En mi opinión, los siguientes:
Primero, Facebook (y luego Instagram) empezaron a destacar cualquier tipo de contenido de manera algorítmica, ya fuera social o no. Empezamos a ver más memes, publicidad, videos virales, noticias (verdaderas y falsas) y otras cosas que nos mantuvieron enganchados. Como resultado, dejamos de ver tantas fotos y actualizaciones de nuestros amigos.
Segundo, llegaron los influencers: especialistas en interacciones para-sociales, es decir, que simulan la interacción que podrías tener con un amigo, salvo que tú siempre escuchas y celebras a este amigo pero él casi nunca te escucha a ti. Estos para-amigos le fueron quitando espacio a los amigos de verdad.
Tercero, para potenciar la optimización de contenido, se le dio más énfasis al botón de like (que, de hecho, aunque nos falle la memoria, recién apareció en 2009). Los likes pusieron a competir las publicaciones de tus amigos con el resto del contenido, además de transformarse en un indicador de validación social.
Para quien publica, este último cambio potenció la necesidad de mostrar “solo lo mejor de mi vida”. Y para quien recibe el contenido, empezó a potenciar el malestar psicológico de sentir que “no soy tan feliz como la gente que veo en internet”.
Estos cambios, mezclados en un caldo algorítmicamente optimizado para mantenernos enganchados apelando a algunos de nuestros instintos más primitivos — el FOMO, la necesidad de sentirnos conectados, nuestra adicción por sistemas de recompensa variable, por estar siempre al día con el escándalo de la semana, entre otros — transformaron completamente las redes sociales que conocimos en un principio.
Llegamos a estas plataformas para conectar con nuestros amigos y nos quedamos conectados a un algoritmo. Y así pasamos de unos inocentes 20 minutos al día viendo fotos de amigos a 2 horas absortos en contenido adictivo que ni siquiera nos interesa tanto. O al menos esa fue mi experiencia: por eso me salí.
¿Pudo haber sido de otra forma? Es un tema interesante que me gustaría indagar en otra ocasión, pero preliminarmente creo que no. Las reglas del capitalismo no permitían un desenlace demasiado diferente.
Ahora, teniendo en cuenta lo que cambió para mal. ¿Cómo sería una red social sin estos problemas? ¿Cómo sería la red social que yo sí usaría?
La red social que sí usaría
Me gustaría una plataforma exclusivamente enfocada en dos cosas: generar un registro de momentos importantes de mi vida y que me ayudara a potenciar mis relaciones sociales.
En términos del contenido que se puede publicar, no me la imagino muy diferente a lo que existe hoy: fotos, videos, texto. También sería importante poder completar tu perfil con tu trabajo e intereses.
Sobre el contenido, una restricción interesante sería limitarlo para que solo pueda haber publicaciones de la vida real de cada persona. Estarían prohibidas las noticias, memes, videos virales, tutoriales o cualquier cosa que no sea algo que hizo o le pasó a alguien. Por supuesto, no habría marcas ni influencers (hasta podría haber un máximo de conexiones posibles).
Me imagino esta plataforma como un álbum de la vida, donde cada uno puede compartir con sus cercanos las cosas que le parezcan importantes: lo que hice el fin de semana, cuando nos reunimos con un amigo, cuando me casé, cambié de trabajo, etc. Sería muy importante el control de la privacidad de cada publicación: hay cosas que solo quieres recordar pero no compartir.
Personalmente, todos los años hago un álbum en Google Photos con mis fotos favoritas del año. Me gustaría que esta red social pudiese cumplir el mismo propósito, pero con la capacidad de compartirlo con otras personas también.
Una funcionalidad interesante serían nudges (elementos diseñados para promover ciertas conductas) para que los usuarios salgan de la pasividad tradicional de las redes sociales. Cuando usaba Instagram o Facebook, me pasaba que me sentía conectado con una persona solo porque estaba al tanto de sus publicaciones y le daba like de vez en cuando. Pero cuando me salí, descubrí que esas relaciones eran simulacros de amistad que verdaderamente no sumaban mucho.
Me encantaría una red social que te diera un empujoncito para retomar esas relaciones confinadas al espacio virtual. Por ejemplo, si sigues a una persona con la cual no has interactuado en mucho tiempo, el sistema podría recomendarte enviarle un mensaje para ponerse al día.
O por el otro lado, también podría recomendarte dejar de seguir a personas con las que ya no mantienes el contacto. A veces es necesario dejar ir y liberar ese espacio en tu cerebro. Dejar de fisgonear en la vida de personas que no ves hace años.
Para ayudarte a mantener el contacto con tus relaciones, imagino una funcionalidad interesante: un recordatorio mensual para que cada uno cuente en qué ha estado el último tiempo. Esto permitirá saber en qué están tus amigos, y también servirá como un ejercicio personal para reflexionar sobre lo que estás haciendo con tu vida.
Esto es lo mismo que buscan las páginas del ahora, para quienes usamos sitios personales. Te conté de ellas en esta edición:
A diferencia de una red social normal, que necesita mantenerte en pantalla todo el tiempo posible, mi red social ideal tendría la capacidad de configurar cada cuánto tiempo recibir las novedades de mi red. Algunos queremos ponernos al día solo de vez en cuando, mientras otros prefieren enterarse de todo lo que les ocurre a sus amigos en tiempo real. Lo mejor sería poder recibir notificaciones o correos con un resumen de lo más importante con la frecuencia que cada uno prefiera.
Además de ayudarte a mantener el contacto con tus amigos, esta red podría ser útil para recomendarte nuevos amigos y relaciones en base a tus intereses. Puede ser que tu mejor amigo tenga un compañero de oficina que sería una gran adición a tu grupo de juegos de mesa, pero nunca se enteraron. O tal vez tu amiga de la universidad es el match perfecto para tu primo que está soltero (suena mucho mejor tener una cita con alguien recomendado que con un desconocido de Tinder). Esta aplicación podría ayudarte — siempre que lo autorices — a reconocer esas oportunidades y enriquecer tus círculos sociales.
Conclusión
Esas son las cosas que me gustaría tener en una red social. Seguiré agregando funcionalidades si se me ocurren más.
Es muy probable que una plataforma así ya exista, o que al menos ya alguien haya intentado hacerla. De hecho, una consulta rápida a ChatGPT me arroja varias alternativas. Si has tenido una experiencia recomendable, me encantaría escucharlo.
Quizá alguien pensará que todas estas cosas ya se pueden hacer en Instagram y puede que esté en lo correcto. Lamentablemente, para mí no es factible: la adicción por diseño que tienen las plataformas controladas por las big tech me parece una desventaja insalvable.
¿Qué opinas tú? ¿Usarías una red social como la que propongo?
Para terminar
Esta semana estuvo un poco apretada así que aproveché de revivir una columna anterior.
Muchas gracias a todos quienes leyeron, megustearon, compartieron y comentaron la edición del sábado pasado. Es muy recompensante saber que algo que escribes resuena en otra persona. Es probablemente de las cosas que más me gusta de escribir.
La próxima semana viajaré a Ciudad de México por primera vez. Si eres de por allá, envíame un directo a ver si nos tomamos un café.
Si te gustó esta edición, me ayudas mucho dejando un me gusta con el botón de más abajo.
Hasta el próximo domingo, si México lo permite.
– Francis
Lo mas cercano a lo q describes me parece q es BeReal. Pero no funcionó :(
Considero que otro de los aspectos que influyó mucho con el estado actual de las redes sociales fue la adición de las historias a Instagram y Facebook (siento que en Whatsapp esta función no ha sido tan explotada como en los otros, pero tal vez me equivoque). Por ellas, pasamos de recibir updates puntuales de nuestra red de contactos, a tenerlos presentes 24/7 y de manera casi infinita, y ni hablar cuando le sumaron el “like” a las historias. Aún así, sigo creyendo que los algoritmos probablemente tuvieron un papel más incisivo en crear el monstruo que hoy tenemos como Instagram o TikTok.
Un saludo Fran! súper interesante como acostumbras.