Imagina que te encuentras con un científico loco que te hace una propuesta.
Consiste en conectarte con un dispositivo llamado máquina de experiencias. Esta maquinita se conecta directo a tu cerebro y lo estimula para hacerte vivir cualquier experiencia o tipo de vida que desees.
A nivel de percepción, usar la máquina es indistinguible de vivir una experiencia real. La única diferencia es que lo que vivirás no ocurrió de verdad. Y cuando estás conectado, no sabes que lo estás e ignoras completamente que no es la realidad.
El científico te ofrece conectarte por el resto de tu vida, para hacerte vivir tu vida soñada, con todo lo que te gustaría tener.
¿Quieres ser atleta de alto rendimiento, sentir la victoria de ganar una medalla olímpica, y vivir el esfuerzo del entrenamiento? Lo puedes tener.
¿Prefieres una cálida y apacible vida en familia, en contacto con la naturaleza? La máquina te lo da también.
La pregunta es: ¿aceptarías? ¿cambiarías tu vida por la máquina de experiencias?
¿Qué hay más allá del placer?
La mayoría de las personas, rechazaríamos reemplazar nuestra vida por una simulación.
Por muy difícil que sean las cosas a veces, o por muy insatisfechos que nos podamos sentir, pareciera que hay algo especial en existir por nuestra propia cuenta, en vez de entregarnos a una simulación.
Al menos eso fue lo que argumentó Robert Nozick, filósofo estadounidense que propuso este experimento mental en 1974. Su idea era argumentar en contra del hedonismo: la doctrina que sostiene que el placer es el objetivo principal de la vida.
Porque si bastara con maximizar el placer para tener una vida bien vivida, probablemente todos escogeríamos enchufarnos a la máquina de experiencias. Así podríamos vivir todas esas cosas que siempre soñamos con hacer: subir el Everest, encontrar el amor verdadero, ser una empresaria exitosa, ganarse la lotería o lo que fuere.
Pero aún así, sabemos que no lo haríamos. Por lo tanto, esperamos de la vida algo más. El hedonismo no lo es todo. Hay un valor intrínseco en hacer las cosas uno mismo, en vivir la vida real. Una medalla olímpica no vale nada si no te la ganaste con tu esfuerzo.
Lamentablemente, gastamos mucho tiempo y energía pensando en esas vidas soñadas, en lo felices que seríamos si es que se cumpliera tal o cual cosa. Pero aún así, si pudiéramos simularlas con una máquina, no lo haríamos.
Me gusta esta idea porque me recuerda que el placer no es lo único valioso que tenemos. O al menos no es lo único valioso para mí.
Y, tú, ¿aceptarías pasar el resto de tu vida en la máquina de experiencias?
Para terminar
La semana pasada no hubo edición porque no alcancé. Perdón si te quedaste esperando.
Esta semana tampoco alcancé a escribir mucho pero igual quise traerte esta reflexión cortita sobre una idea que me gusta mucho. Espero que te haya dado en qué pensar.
Si te gustó, me ayudas haciendo la megustación o la compartición. Todo sirve.
Hasta el próximo domingo.
– Francis, viviendo la vida real.
Me gustó la reflexión, Francisco. Apuesto 100 millones a que los estoicos tienen una frase en contra del hedonismo perpetuo, jaja.