¿Te consideras una persona ética?
¿Sabes qué es la ética?
¿Y cuál es la diferencia con la moral? ¿O son lo mismo?
¿Por qué no enseñan estas cosas en el colegio? ¿O sí las enseñan y no ponemos atención?
En cualquier caso, no te preocupes. Porque hoy quiero hablar justamente de este tema.
Porque de todas las ramas de la filosofía, la ética es para mí la más interesante. Me gusta porque basta con aprender un par de conceptos y ya puedes empezar a reflexionar (y cuentearte) sobre dilemas de la vida real con nuevas herramientas.
Y no solo eso. Muchas veces la ética te lleva a encontrar nuevas respuestas que implican hacer cambios en tu vida.
Pero vamos con calma… partamos con algunas definiciones.
Ética versus moral
Aunque en el día a día usamos las palabras moral y ética como sinónimos, tenemos que hacer una distinción importante entre ambas.
La moral se refiere a aquello que cultural y socialmente se considera como correcto o incorrecto, bueno o malo.
Por ejemplo, según la moral de la sociedad occidental, es incorrecto torturar, matar y comerse a un perro. Pero no así, hacer lo mismo con una vaca.
Por el otro lado, la ética se refiere a la reflexión individual que cuestiona la moral e intenta encontrar principios generales sobre lo que es correcto o incorrecto. Por eso también se conoce como filosofía moral.
Volviendo al ejemplo anterior, al considerar éticamente el hecho de comerse a un perro versus a una vaca, podríamos llegar a la conclusión de que son animales muy parecidos, y que, en principio, no es correcto torturar, matar ni comerse a ninguno.
Dejar de comer carne por este motivo sería una decisión ética.
“Ya pero Francis, te pusiste denso al tiro”. Un poco, sí. Pero es que la gracia de la ética es justamente esa: tomarse en serio y reflexionar lo que hacemos día a día.
En resumen:
Moral: lo que una sociedad o cultura dice que es correcto.
Ética: lo que la reflexión individual dice que es correcto.
En general, la ética nos llevará a seguir la moral de una sociedad. No obstante, encontraremos muchos casos en que la reflexión individual puede desenmascarar hechos aceptados moralmente pero que éticamente no nos parezcan correctos.
Y esto aplica a miles de temas sobre los cuales aún estamos en debate como sociedad, como el aborto, la eutanasia, la distribución de la riqueza, entre otros.
Bien. Bacán entender ahora la diferencia. Pero la ética va mucho más allá de una definición.
Los filósofos que se han dedicado a esto, han intentado encontrar principios universales que podemos usar para tomar decisiones frente a cualquier dilema. Para terminar, quiero contarte dos de los más importantes: el consecuencialismo y la deontología.
Dos teorías éticas (muy en breve)
Si estamos hablando de ética, no podemos pasar por alto uno de sus dilemas más famosos: el dilema del tranvía. Dice así:
Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco personas atadas a la vía por un terrorista. Afortunadamente, es posible accionar una palanca que encaminará al tranvía por una vía diferente. Por desgracia, hay otra persona atada a esta segunda vía. ¿Debería usarse la palanca?
El dilema del tranvía es recontra-archi-conocido y tiene muchas variantes. En este caso, la versión más común nos sirve para ejemplificar dos de las teorías éticas más importantes.
Deontología
La deontología se basa en el deber. Su principal exponente fue el filósofo Immanuel Kant quien la expresó de esta forma:
“Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”.
¿Qué? Ni yo entendí.
Según Kant, para saber si estamos haciendo algo bueno o malo, debemos preguntarnos: ¿me gustaría que todo el mundo actuara según el mismo principio (o “máxima”) por el cual estoy actuando yo ahora?
Por ejemplo: supongamos que pensamos que es correcto tirar de la palanca para salvar a cinco personas sacrificando a una.
Una máxima que se podría desprender de esto es: “es correcto sacrificar sin previo aviso a una persona para salvar a otras cinco”. Ahora imagina que esto se transformara en una “ley universal”, es decir todos los humanos nos guiáramos por este principio.
Se escucha como un mundo tenebroso y caótico, en el que cualquier persona podría decidir por otros si vale la pena sacrificar sus vidas o no.
En este caso, como la máxima que se desprende de la decisión no parece ser una buena “ley universal”, aplicando la deontología probablemente no tiraríamos la palanca.
De hecho, es más fácil encontrar máximas universales que justifiquen no hacer nada en este caso. Por ejemplo: “no es correcto sacrificar la vida de otra persona sin su permiso, sin importar las consecuencias que esto traiga”.
Y hablando de consecuencias…
Consecuencialismo
El consecuencialismo es mucho más fácil de explicar, ya que es una teoría ética que se basa justamente en las consecuencias de los actos para definir si estos son malos o buenos.
Si sacrificando una vida, salvamos cinco, entonces la consecuencia es mejor que la situación actual y por ende se justifica la decisión.
Dentro del consecuencialismo, la vertiente más reconocida es el utilitarismo, que sostiene que la acción correcta es aquella que maximiza el bienestar o felicidad y minimiza el sufrimiento de las personas involucradas.
Uno de sus grandes exponentes es Jeremy Bentham, que ya en 1780 nos decía lo siguiente, al preguntarnos por el bienestar de un ser:
“La pregunta no es, ¿pueden razonar? ni ¿pueden hablar?, sino, ¿pueden sufrir?”.
Es decir, ponía la capacidad de sentir dolor como la principal marca de que un ser (humano o no) merece ser tratado éticamente. (Recordemos que acá todavía estábamos en plena esclavitud, por lo que Bentham fue un adelantado a su época.)
El utilitarismo es una corriente de pensamiento muy influyente sobre la que hablaremos en alguna edición futura, y de la cual surgen movimientos importantísimos en el presente como el animalismo y el últimamente vilipendiado altruismo efectivo.
Para terminar
Hemos visto dos sistemas éticos que ya puedes aplicar a dilemas del día a día.
Según el consecuencialismo, algo es bueno o malo según las consecuencias que tenga.
Según la deontología, algo es bueno si cumple con máximas o deberes aplicables universalmente.
Terminemos con un último ejemplo:
Imagina una familia pobre que en Navidad no tiene dinero para preparar una cena especial. ¿Estaría bien que alguien de esa familia fuera al supermercado y robara un pavo para poder preparar la cena?
Una persona consecuencialista podría argumentar que el bienestar que ganaría esa familia es mayor que el daño económico a la tienda, y por ende es una acción éticamente justificable.
Por el otro lado, una persona deontológica podría decir que robar no está bien en ningún caso, ya que si todos robáramos, la sociedad entraría en un caos y todos terminaríamos peor. Por ende, éticamente no se justifica el robo.
Como ves, una misma decisión puede ser considerada buena o mala según el marco ético que usemos para mirarla.
Y esa es la gracia de la ética: no nos da respuestas, si no herramientas para encontrarlas nosotros mismos.
Para filosofar
Una pregunta para ti:
¿Te consideras una persona más consecuencialista o deontológica? ¿Te importan más las consecuencias de los actos, o el hecho de cumplir el deber?
Puedes dejar un comentario con tu respuesta, responder a este correo o dejarme un mensaje directo (nuevo):
Palabras al cierre
Sí leíste hasta acá, te felicito y te aplaudo. Se alargó un poco esta edición pero era necesaria y nos abrirá las puertas para discutir varios temas interesantes en el futuro.
Si todo sale bien, la próxima edición hablaremos sobre altruismo efectivo, un tema súper contingente e interesante, así que no te la pierdas.
Por mientras te dejo con una foto de Lucca que ya pesa casi el doble de lo que pesaba cuando llegó:
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¡Gracias por leerme!
Hasta el próximo domingo.
– Francis
Al menos a mi si me dieron clases de ética y moral en la escuela, bueno, mejor dicho en la universidad (estudié comunicación social, así que quizás fue por eso).
Yo seguramente sería consecuencialista pero también tengo un poco de deontológica en el sentido que pienso que el mayor problema de la sociedad actual es que no nos enseñan que nuestro bien personal no está por encima del bien común.
Me gusta mucho una frase del maestro Javier Darío Restrepo que, si recuerdo correctamente, dice algo así: "Los dilemas éticos no son entre lo que es bueno y lo que es malo, sino que entre lo que es bueno y lo que es mejor".