Hecha la ley, hecha la trampa
Ley de Goodhart: cuando las métricas van en contra de tus objetivos.
Comencemos con una breve anécdota, basada en hechos reales:
Un joven llamado François decide ponerse una meta: leer 20 libros en 2024.
Llegando a la mitad de año, se da cuenta de que lleva solo 6 libros leídos, y que llegar a la meta se ve muy difícil.
Se le ocurre una brillante solución: encuentra una serie de libros “de bolsillo” que tienen menos de 100 páginas y que se leen bastante rápido.
Se compra 14 y los lee en un par de meses. Luego no lee más.
Llega diciembre con sus 20 libros leídos.
François cumplió su meta…
¿Pero a qué costo?
La ley de Goodhart
Hay conceptos que una vez que los aprendes, no puedes dejar de verlos en todas partes.
Así me pasó con la Ley de Goodhart.
Este es un adagio simple pero poderoso, que dice así:
“Cuando un indicador pasa a ser un objetivo, deja de ser un buen indicador.“
Describe lo que le pasó a François y algo que me ha pasado a mí, más veces de las que me gustaría admitir:
Ponerme un objetivo y cuantificarlo con alguna meta medible.
Enfocarme demasiado en llegar a la meta, sacrificando el espíritu del objetivo original.
¿Por qué somos así? En realidad, este fenómeno es tan humano como pensar.
Nuestros cerebros están hechos para buscar formas eficientes de resolver desafíos. Por eso, cuando nos ponen un indicador que optimizar, lo normal es enfocarnos demasiado en este, incluso cuando va en desmedro de lo que originalmente queremos.
Como decimos en Chile: hecha la ley, hecha la trampa.
Esto tiene miles de aplicaciones en la vida personal y en el trabajo:
Si mides tu trabajo por horas, te enfocarás en trabajar más que en trabajar bien.
Si mides tus relaciones en amigos en Instagram, probablemente sacrifiques tus amistades reales.
Si a un vendedor lo evalúas por la cantidad de reuniones que tenga, se enfocará en tener muchas reuniones pero no en vender.
Si te preocupas de que tu empresa crezca en usuarios nuevos, puede que se te vayan por las nubes los costos (hola, start-ups).
Si mides a el desempeño de un investigador según cuántos artículos publica, publicará mucho, pero con poco impacto y dudosa calidad (hablamos de este fenómeno, acá).
Y un largo etc. (Si te interesa buscar más ejemplos, puedes buscar “incentivos perversos” o “efecto Cobra”, en Google.)
Así que, apréndete bien el nombre, porque es algo que verás en todos lados de aquí en adelante: la Ley de Goodhart.
Un breve intermedio anecdótico
La ley de Goodhart fue descrita en 1975 por el economista británico Charles Goodhart. No obstante, años antes ya había sido enunciada en términos similares por otros investigadores.
Y para más remate, la versión más conocida de la ley – que fue la que te mostré arriba – no fue acuñada por él, si no por la antropóloga Marilyn Strathern.
O sea que Goodhart no fue el primero, ni el último en salir con esta idea. Y aún así quedó con su nombre.
Este fenómeno es tan pero tan común, que tiene su propio nombre: la Ley de Stigler, que dice que:
“Ningún descubrimiento científico recibe el nombre de quien lo descubrió en primer lugar“.
Así que la próxima vez que alguien se lleve el crédito por alguna idea tuya, trata de no sentirte tan mal. Le pasa literalmente a todo el mundo.
¿Cómo medir bien, entonces?
Este fenómeno es tan generalizado que puede resultar difícil de evitar. No obstante, hay algunas técnicas que en mi experiencia sirven para evitar que tus indicadores terminen yendo en contra de tus objetivos.
La primera, es conocer esta ley y tenerla en cuenta. Solo saber que existe, te ayudará a detectarla y estar atento a sus consecuencias.
La segunda, es complementar tus métricas con una evaluación cualitativa. Por ejemplo, puedes agendarte una reunión mensual o quincenal contigo mismo (o con tu equipo), en la que te des media hora para evaluar (e idealmente escribir) sobre cómo has estado cumpliendo tus objetivos.
La tercera, es una técnica que leí en el libro High Output Management, del ex-CEO de Intel. Consiste en complementar un indicador de esfuerzo con uno de resultados. Por ejemplo:
Medir a un vendedor por cuántas reuniones agenda (esfuerzo) además de por cuánto vende (resultado).
Si estás entrenando para correr una maratón, mídete por cuántos entrenamientos haces (esfuerzo) y cuánto mejoran tus tiempos (resultado).
A propósito, si te interesa ese libro – es un clásico de gestión y empresas – puedes escuchar este podcast que hice hace un tiempo:
Con eso, ya puedes empezar a ver y combatir contra Mr. Goodhart. Para que cumplas tus objetivos, sin tropezarte con tus indicadores.
Pregunta para ti
¿Te ha pasado que te pones una meta y terminas “haciéndote trampa” para cumplirla?
Cuéntame en respuesta a este correo o deja un comentario, para que todos aprendamos de tu experiencia.
Palabras al cierre
Muchas gracias por leer hasta acá.
Si te gustó, me ayudas dejando un me gusta con el botón de más abajo.
Y si tienes un amig@ o colega bueno para hacer trampa con sus métricas, le puedes compartir esta edición.
Hasta el próximo domingo.
– Francis
magnífica aportación
Esta es una paradoja muy interesante. No recuerdo que exista una ley como tal, pero mi experiencia dice que hay otra ley anterior a la ley de Goodhart y es la siguiente: Solo con empezar a medir algo, mejora. (Podríamos llamarla la ley Jurado, por mi apellido, jajaja). El caso es que, después, casi todo sistema que se mide se pervierte por la ley de Goodhart. Ahí la paradoja. Pienso por ejemplo en el sistema de citas de las publicaciones científicas.
Muy interesante. Gracias por la publicación.