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En Chile hoy se vota y se habla de política.
En realidad, llevamos años “hablando” de política. Entre comillas, porque más que hablar, parloteamos, regurgitamos, twitteamos. Cualquier cosa menos conversar o dialogar.
Imposible no acordarse del clásico dicho de tu abuelita: en la mesa no se habla de política.
Ella lo decía porque es un tema difícil, y los temas difíciles hay que dejarlos para otros momentos. Como por ejemplo…
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Pensándolo bien, todavía no he conocido un buen momento para hablar de política.
Puedes intentarlo con tus amigas, con tus compañeros de trabajo o con tu esposa. Pero si tienen opiniones políticas distintas: van a discutir y lo van a pasar mal.
¡¿Por qué somos así?!
Hace un tiempo leí La mente de los justos, del psicólogo Jonathan Haidt, que explica este tema de una forma que me pareció muy interesante.
Quiero contarte por qué es tan difícil hablar de política según este libro, y qué podemos hacer al respecto.
Cómo juzgamos el bien del mal
Para partir, hay que saber que:
Detrás de toda opinión política hay una opinión moral.
Por ejemplo: si crees que deberían subir los impuestos por contaminar (una opinión política), es porque crees que dañar el medioambiente es algo malo (una opinión moral).
Para entender por qué somos tan energúmenos cuando hablamos de política, hay que entender cómo nuestro cerebro forma esas opiniones morales.
Justamente a eso se dedicó Jhony Haidt. Hizo un montón de experimentos en los cuales hacía que personas opinaran sobre dilemas éticos — algunos muy densos, que involucraban incesto consensuado o comerse el cadáver de tu mascota – y luego les pedía justificar su opinión.
Lo que descubrió fue muy interesante: generamos opiniones sobre lo que es malo o bueno de forma rápida e intuitiva, sin darnos cuenta. De hecho, Haidt llama estas opiniones intuiciones morales.
Solo después de tener una intuición moral, nuestro cerebro inventa argumentos para justificar lo que opinamos.
En vez de opinar en base a argumentos, argumentamos en base a opiniones.
Todo esto quiere decir que cuando hablas de política con otra persona, esa otra persona ya tiene su opinión formada. Tratar de convencerla de que cambie su opinión con argumentos, es tan difícil e improductivo como debatir con alguien para que cambie su color favorito.
¿Has tratado de convencer a alguien de que comer carne está mal (o bien)? ¿De que el presidente de turno está en lo correcto (o incorrecto)? Si la otra persona no cede a tus argumentos — por muy lógicos que sean — es simplemente porque una intuición no se puede cambiar solo con la razón.
Qué significa y qué podemos hacer
Según Haidt, las intuiciones morales se van desarrollando como resultado de nuestra biología, crianza y entorno.
No obstante, las personas sí pueden cambiar sus opiniones morales y políticas. PERO: nunca lo harán como resultado de una discusión tensa que echó a perder una rica comida.
Entonces, ¿cómo cambiar la opinión de mis amigos fachos/zurdos? El profesor de psicología Adam Grant lo explica muy bien:
“No necesitamos convencer a los demás de que estamos en lo correcto. Solo necesitamos abrir sus mentes a la posibilidad de que podrían estar en lo incorrecto. La curiosidad natural hará el resto”. — Adam Grant en Think Again
A veces más que debatir, solo tienes que sembrar una pequeña semilla en la mente del otro. Estas son algunas formas de hacerlo:
Escucha a la otra persona y busca los puntos que tienen en común antes de criticar su postura.
Conversa con preguntas para entender por qué la persona piensa como piensa y qué cosas estaría dispuesta a reconsiderar.
En vez de argumentar usando la lógica, trata de contar historias y de apelar a valores y emociones que sean relevantes para la otra persona.
Si es una persona cercana a ti: en vez de discutir, enseña dando el ejemplo con tus acciones. Tenemos una tendencia a imitar lo que hacen las personas que queremos o admiramos.
Todo esto te ahorrará discusiones inútiles y quizá, hará que algún día sí podamos conversar sobre política en la mesa.
Te regalo un libro
Voy a sortear el libro Hábitos Atómicos. Es uno de mis libros favoritos y en realidad creo que todo el mundo debería leerlo. Además quiero que sirva como motivación para que me ayudes a hacer crecer este proyecto.
Si te lo ganas, te lo envío a donde estés por Amazon, Buscalibre o alguna librería de tu país. En español o inglés, como prefieras. Si ya lo tienes, lo puedes regalar.
Para participar: debes lograr que 3 personas se suscriban a mi newsletter. Debes compartirles este enlace y Substack los identificará automáticamente como que vinieron de tu parte:
El sorteo lo haré el sábado 30 de diciembre entre las personas que hayan cumplido la meta. Anunciaré quién gana en la edición del domingo 31. ¡Solo tienes 14 días para invitar gente!
Si funciona bien, haré otro sorteo pronto.
Otro plebiscito
Notas, recomendaciones, etc.
La mente de los justos es un libro que me gustó mucho y sobre el que volveré a escribir. Si te gustó: puedes comprarlo o leer este resumen más completo que escribí a principios de año.
Esta semana aparecí en el newsletter
reseñando mi libro favorito de este año. Este es el post para que vayas a darte una vuelta:Palabras al cierre
Entre tantos otros fotones, escogiste estos para que se posaran en tus retinas. Te lo agradezco mucho.
Recuerda compartir, a ver si te ganas el libro:
Nos leemos el próximo domingo.
— Francis
Yo suelo hablar mucho de política y muy poquitas veces ha salido mal (curiosamente, todas esas pocas veces ha sido con familiares). Y me gusta normalizarlo, justamente para derribar esa idea de que es un tema del que no podemos hablar. Me pareció interesante el desglose de factores a considerar de todos modos y cómo la política finalmente habla mucho de los juicios morales que nos hacemos :)
O sea, la clave no es convencer sino sembrar curiosidad. Gran idea.